La verdad es que no dejó de apretárseme la garganta cuando… con ojos humedecidos por la ventana del avión vi aparecer la cuidad de Luanda toda iluminada la noche de mi regreso; cuantas cosas fueron pasando por mi cabeza… momentos, personas, palabras, melodías perdidas en mi cabeza ufff… y eso fue haciendo del momento algo especial.
Nunca pensé que saldría tan rápido del aeropuerto, si bien ya mi viaje se había retrasado por un día y tuve que ir a comprobar a la misma agencia en Río de Janeiro que yo era J. A. ya que mi apellido no constaba en la lista de pasajeros, a parte de eso las cosas fueron bien y de ahí para delante todo fue excelente salvo algunos “detalles”. En Luanda salí casi de los primeros, tuve solo dos problemillas que sin los cuales de seguro hubiera batido un record difícil de superar:
El primero fue cuando amablemente y con un poco de duda le mostré la hojita fotocopiada que llevaba y que hacía las veces de visa al señor de extranjería y él sin mirarme me dijo – muy bien pase - y llamó a una señora que me condujo a una sala que tenía el letrero “deportaçoes” es decir deportaciones, ahí me incomodé un poco y me puse a hablar con unos guardias y a tratar de explicarles, es solo aguardar, me dijeron para tranquilizarme pero yo todavía con dudas me puse a llamar por teléfono (la suerte que me quedaba carga en el celular) hablé con la encargada de asuntos de extranjería para los misioneros de la conferencia episcopal y por el teléfono ella me dice que no ha podido ir al aeropuerto pero que no voy a tener problemas, terminó por tranquilizarme un poco y después de la insistencia de uno de los guardias me decidí a tomar asiento y tratando de hacerme como el que no pasa nada veía pasar a lo otros pasajeros por afuera y que me miraban como si fuera un terrorista o algo por el estilo, efectivamente no hubo problema, solo unos diez minutos de espera y llegó otro señor con mi pasaporte en su mano, ¿ya me puedo ir? - pregunté y asintiendo con su cabeza me entregó el pasaporte.
El Segundo fue en seguida de esto cuando miro el pasaporte y veo que aparece una moderna visa angolana que ocupa una hoja entera de mi pasaporte con foto y todo pero que decía VISA especial “IGREJA METODISTA”, no tengo nada contra la iglesia metodista, pero tengo claro que no soy pastor protestante y sólo me sonreí y pensé: “este tipo de detalles se arreglan en el camino” y seguí a buscar mi equipaje … Como nunca mi maleta fue una de las primeras en aparecer por la única correa transportadora de equipaje que tiene el aeropuerto Cuatro de Febrero de Luanda, con agilidad pedí permiso entre la multitud y salí como por un tubo al estacionamiento donde me esperaban mis hermanos angolanos.
Hay varias cosas que quisiera compartir, como que antes de llegar a Luanda terminé de leer un libro genial del maestro de las crónicas, el desaparecido Polaco Kapuscinski, quien con su amena pluma va contando la vida que le toco pasar en la Angola de 1975 en plena crisis de los inicios de la nación angolana. Lo recomiendo para quien quiera saber mas de este país de África - “Un día más con vida” - se llama el libro publicado en español por la editorial anagrama, sinceramente creo que más adelante dedicaré algún tiempo para hablar de esta obra considerada una de las mejores del corresponsal polaco. Sí… “un día mas con vida” libro que compré en diciembre del año pasado hace un poco mas de cuatro meses llegando a Chile sin poder caminar y que fui leyendo de a poco y que sólo terminé poco antes de pisar por segunda vez el suelo angolano, fue sin querer pero me ha hecho pensar en la gracia inmensa que Dios me ha concedido volver a esta misión, como una segunda oportunidad, oportunidad que de seguro respiraban tantos hombres y mujeres de estas latitudes y que en tiempos difíciles al terminar la jornada deban gracias a Dios y podían decir lo mismo: “un día mas con vida”…
Es bien extraño lo que se experimenta cuado uno vuelve pensando en las condiciones en que me fui, realmente creo que uno no es indispensable tan sólo un instrumento, Dios en su infinita bondad nos permite alegrarnos con su obra en la cual nos hace partícipes… los que me conocen aquí en Luanda sorprendidos se han alegrado al verme, algunos como si hubieran visto un fantasma, tal vez no esperaban que volviera, ellos ya están acostumbrados a no saber mas de muchos que han pasado por aquí… tas de volta! bem – vindo!, graças a Deus ja estas bem!
Que Dios nos ayude a continuar caminando, desde nuestra fragilidad de huesos rotos pero de esperanza confiada en que es posible sacar fuerzas de la debilidad y dar desde la pobreza allí donde se fortalece la fe compartiendo y amando en medo de gredosas y calurosas tierras, “desde Angola.”